domingo, 22 de julio de 2012

La sinrazón de estar vivo......Jordi de Miguel

Porque no hay poesía festiva, alguien había dicho, pues
                                                                                   quizá sólo del tiempo y de lo irreparable puede hablar.

ERNESTO SABATO, Abaddón el exterminador

(Las dos primeras estrofas, la cuarta y la quinta deberían leerse con marcado acento chileno y la música de Te recuerdo Amanda sonando de fondo)
Foto: Amedeo Modigliani, Desnudo desperezándose

Ahora me acuerdo. No lo recordaba. 
Ni tus muslos sucios ni la almohada 
despeinada.  

Ahora me acuerdo. No lo recordaba: 
la minifalda rota, la mirada turbia, 
las botas manchadas del barro de ayer. 
Ayer, ayer, ayer…

Duermes apaciblemente,  
no me atrevo a despertarte, 
los dos pezones erguidos 
en medio de la barbarie.
El sujetador rosa yace lívido y frío, 
con la lánguida procacidad de 
un cáliz vacío.
Y tu sedoso cuerpo, que se despereza 
bajo el manto tibio de la desnudez. 
Ayer, ayer, ayer… 

Es muy duro pergeñar 
versos nostálgicos, ¿sabes?, 
cuando el sopor del verano 
ya anega la tarde. 

El deseo y la tortura 
no se sajan con el viento. 
El sabor de tu sonrisa 
me devora como un fuego. 

¿Y cómo no decirte “te quiero” 
—¡si pareciera tan importante!— 
cuando el sopor del verano 
ya anega la tarde? 

Es posible que para ti 
no tenga ningún sentido, 
pero ¿por qué buscar 
significado al olvido? 
En el albor de la aurora, 
tal vez, aún dormite 
tu sueño más escondido. 

Ay, la magnitud del absurdo, 
la sinrazón de estar vivo, 
la eternidad de la Nada… 
La hermosura de tu rostro 
se interpone en la mirada. 

El deseo y la tortura 
no se sajan con el viento. 
El sabor de tu sonrisa 
me devora como un fuego. 

Dentro de nada estaremos muertos… 
Porque la muerte está ahí, serena, 
larvada, observando nuestros 
patéticos y estúpidos gestos. 

Dispuesta a saltar sobre nosotros 
al más leve movimiento, 
presta a desgarrarnos las entrañas 
con la voracidad del averno… 
Y ya nunca más despertará la noche 
en una alborada de crisálidas. 

Ay, la magnitud del absurdo, 
la sinrazón de estar vivo, 
la eternidad de la Nada… 
La belleza de tu cuerpo 
se interpone en la mirada. 

Dentro de nada estaremos muertos, 
la luna se oscurecerá de pasión 
y retozará con nuestros huesos, 
suave, ancestral, livianamente... 
Espero no causar más desazón 
por la insolencia de quererte.

Sí, el mío es amor insolente, 
sin jactancia, con naturalidad, 
con la angustia de la muerte, 
ulcerado de infelicidad: 
un dolor tan atávico y cruel 
como lúgubre es mi soledad.

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