jueves, 8 de mayo de 2025

Caminos en la banquisa......Marcos Dios Almeida*

Finalista del V Concurso Internacional Litteratura de Relato 

Foto: BioGeoweb, Oso polar se come una foca en las islas Svalbard

Tres focas moteadas somnolientas giran sus cabezas al escuchar y sentir un crujido cuya vibración llega hasta sus palmeados pies con forma de aleta. A lo lejos, vislumbran una mole blanca chocando contra la capa de agua salada y congelada que cubre la bahía. Jamás han visto una cosa igual.

Crucero de lujo..., decía mi querida Clotilde...
El grumete del gigantesco transatlántico se acerca a un setentón que liba lentamente un descolorido daiquiri, mirando al horizonte, un horizonte blanco y helado. El barco abre poco a poco la banquisa, pero no es un rompehielos.
Se solucionará, no se preocupe. Nos hemos visto obligados a desviarnos por culpa de una flota de icebergs. Es cosa del calentamiento global —comenta un joven marinero.
¡Desviarnos hacia el polo norte! —se queja el hombre, que mira a ese imberbe miembro de la generación Z arrugando el cejo—. ¿Acaso estaba en el programa visitar a Papa Noel? Mi madrecita decía que “pasado el día, pasada la romería”, y la Navidad ya quedó atrás, muchacho... Por cierto, es el tercer cóctel de estos que me tomo. En la sala de cine están echando “El nombre de la rosa”. Es muy buena, pero la he visto más veces que años tienes tú.
¡Jacinto Acuña! ¡Te va a coger el frío! —chilla una mujer con el pelo cano desmelenado a lo bruja hippie desde el salón, cuya puerta doble acristalada está entreabierta.
¡Al menos disfruto del banco de hielo! Es algo que no se ve todos los días... —se queja su esposo sin girar la cabeza.
El chico se larga por donde ha venido. Le han ordenado fregar la cubierta de madera con agua caliente para que no se forme escarcha en ella, pero aquel hombre apoyado en la baranda sigue hablando solo. La muchedumbre de jubilados está dentro, disfrutando de su “no-viaje a los fiordos noruegos”. La mitad se hallan pendientes de una gigantesca pantalla plana en la que salen un montón de frailes, que, al parecer, cohabitan en un monasterio del norte de Italia donde todo aparece cubierto de nieve. El horror de una serie consecutiva de asesinatos y la climatología del lugar donde ha sido ambientado el filme no ayudan a entrar en calor a los televidentes, ni con el calorcillo que proviene de las calderas del buque, las cuales están funcionando a todo tren.
¡Anda, mira! ¡Un oso polar persiguiendo a una foca! —grita Jacinto Acuña, captando otra vez la atención del mozo.
La escena no tiene por qué ser narrada: es del todo desagradable y sangrienta.
¡Jopé, qué ascazo! —exhala el zeta.
La vida es cruel, chico... Me he pasado cuarenta y cinco años encerrado en la fábrica de Citroën de Vigo, colocando piezas en diferentes autos. Me cambiaban el turno cuando les daba la gana, con lo cual no podía hacer demasiados planes para disfrutar de mi tiempo libre. Tuve que costear las carreras de mis dos hijos, Maryam y Raúl, quienes ahora viven a cuerpo de rey. Ella es psicóloga y él abogado. Sin embargo, casi nunca nos visitan, y además mis nietos me odian y aseguran sin cortarse un pelo que soy un viejo cascarrabias. Así de frustrante ha sido y es mi vida... Siempre soñamos con un viaje de bodas por el Caribe, o a Venecia, pero no había tiempo ni dinero para tales lujos. Nos fuimos hasta Barcelona, a ver la Sagrada Familia del señor Gaudí, y esa “sagrada familia” ha sido para el menda una maldita condena.
Ronaldo Freire, que se considera una persona no binaria, vegana, animalista, pacifista y, ¡tócate los cataplines!, apolítica, atiende al retirado obrero ensimismado mientras masca un chicle de sandía que solo él es capaz de apreciar. Escuchar la historia del gallego es lo mejor que le ha pasado desde que se ha subido al puñetero barquito, por eso se acerca al hombre y emula la postura de su vecino, apoyando los codos sobre el pasamanos de madera de una baranda metálica pintada de blanco.
El setentón lo mira a los ojos con los suyos llorosos.
Hazme caso, tonto del haba. Márcate un par de metas, por estúpidas que les parezcan a los demás, déjate llevar por deseos sanos y constructivos, esos que suelen motivar nuestros pasos. ¡Y no luches contra molinos de viento! El mundo está sembrado de necios, envidiosos y obtusos. En todo caso, si no tienes otra opción, sé oso polar y no foca. ¿Me has entendido? —El inexperto marinero asiente con la cabeza, pero luego niega con la misma testa, un poco confuso—. ¡Que hagas de tu vida un sayo! El tiempo..., el tiempo es lo que tiene más valor, e incluye la salud necesaria para poder disfrutarlo.
¿Quiere que le traiga otro daiquiri? —pregunta el mozo, que no es camarero pero desea alegrarle el día al septuagenario de alguna manera.
Jacinto suelta un sopapo lento y cariñoso en la angulosa jeta del veinteañero.
¿Me hará usted un poquito de caso? Aún eres un pipiolo, pero este es un gran consejo. Uno que no me dio el capullo de mi padre, que toda su vida fue un desgraciado, y que, por el camino, desgració a todos los que estábamosa su alrededor. Y, por tu madre, ¡no te encierres en una fábrica, en una cocina o en una oficina! ¡Respira aire libre, mocoso!
Ronaldo aspira aquel aire gélido y puro, y luego espira con placer. Lejos queda el rastro de sangre que cual carmíneo camino dejó el predador sobre la banquisa al arrastrar a su presa para dar buena cuenta de ella.
Creo que sí. Es usted un hombre sabio.
No, tontorrón, sólo soy viejo.
Aquel orensano que había pasado casi toda su vida en la populosa y estresante ciudad de Vigo vuelve al interior de la nave para hacer compañía a su señora.
¡Ven, ven, que va a aparecer el fraile ese ahogado en el tonel con los pies por fuera! —susurró Clotilde al ver a su compañero acercándose por babor, bajando mucho la voz porque con anterioridad le habían llamado la atención por ser una voceras.
Acabo de presenciar un espectáculo todavía más repugnante ahí fuera. No sabes lo que te has perdido, locuela.
Y allá sigue el barquichuelo, abriendo la fina capa de hielo con su casco reforzado rumbo a un horizonte incierto en el cual se pone el sol todos los días, como lleva haciendo desde hace 4.550 millones de años.


Marcos Dios Almeida
* Nació en 1975 en Vigo y, desde hace más de veinte años, reside en Vilaboa (Pontevedra). En lo que atañe a su profesión, se considera fundamentalmente dibujante, escritor y fotógrafo, además de ser Técnico Superior en Gráfica Publicitaria por la Escuela de Arte “Antonio Faílde” de Ourense. Actualmente, trabaja como ilustrador y diseñador gráfico, y participa, asímismo, en diferentes concursos de microrrelato, relato, novela corta, ilustración, fotografía, cartelismo y cómic, tanto en Galicia (donde ha ganado, entre otros, el XIV Premio de Relato Corto Alumni de la Universidad de Santiago de Compostela, 2019), como a nivel nacional e internacional. Finalista del V Concurso Internacional Litteratura” de Relato.

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