lunes, 23 de noviembre de 2020

Batallas en el gineceo cubano......Ur Olivero

          Estamos en un bar de la calle Joaquín Costa. Jordi está emporrado y, con los tres o cuatro mojitos que se ha bebido, la lengua le surfea para un lado y para otro y no atina. Cualquiera que desde fuera lo cachee con los ojos, piensa que se trata de un loco al que acaban de liberar de Mazorra, y para encontrar el camino de vuelta, tiene que andar descalzo para no perderse. La naturaleza tiene esas cosas buenas que nunca podremos apresar con palabras, caminas y la sientes, y algún momento vuelves al rubor de los primeros pasos pueriles, según decía el maestro Martí en su Diario de campaña.
        Estuvo por allá por la isla y no vino muy contento, no, y aunque no me aclara del todo por qué, qué tipo de bicho le aguijoneó por allá por las fermosas tierras del conquistador, logro captar sus medias palabras decepcionadas y hasta sus nutritivos silencios. Ayer cenamos en su casa del paseo Maragall y no dejó ni un minuto de barrenarme la cabeza con Yuraisi, que es una diosa y folla como tal, que se la trae, aunque acá en la Ciutat Condal le pegue los tarros y lo cuernee, se la trae, él sabe que acá habrán miles de ojos, invitaciones para hacerla resbalar, pero que no le importa, la traerá y después se verá.

lunes, 9 de noviembre de 2020

Estigma......Lauro Cruz Sánchez

Foto: Karel Balkar
Aquella rancia cicatriz era como un río muerto, condenado a reptar por el resto de sus días en el dorso de su brazo, con una misión específica: evocar los acontecimientos pasados, escupirle en el rostro que los errores cometidos a lo largo de sus interminables borracheras se pagan. Durante la época navideña, Jorge se sumergía en esas caudalosas aguas de los recuerdos. Nunca pudo apartar de su mente la ocasión en que el orden y la tranquilidad de la noche, como tantas otras veces, se veían trastornados: cuando el olor a ponche combinado con tequila incitó a Diana, su mujer, a destruir sus documentos personales, pasaporte incluido.
Se sentó frente a él, lanzándole una mirada vacía:
Jamás podrás irte sin mí… a ninguna parte… ni tus putas te alejarán de esta boca. 
            Su manera de hablar, rápida y entrecortada, lo intimidaba. Acto seguido, tomó un cuchillo de la mesa y lo colocó en la yugular de su marido. En un intento por tranquilizarla, Jorge habló suave y pausado: