se estremecen en la noche.
Cuando mueren los luceros,
la luna musita tu nombre
y tu cuerpo, abandonado,
me observa como un reproche.
Cuando estaba distendido,
se incorporaba, fantoche,
¡ay!, cuando palpitaba incendiado,
tus senos se bamboleaban,
y sentía un dulce destroce...
Porque las huellas dactilares de tu deseo
aún me horadan en plena alma,
porque el sabor de tu clítoris áspero
aún me nutre de nostalgia...
se incorporaba, fantoche,
¡ay!, cuando palpitaba incendiado,
tus senos se bamboleaban,
y sentía un dulce destroce...
Porque las huellas dactilares de tu deseo
aún me horadan en plena alma,
porque el sabor de tu clítoris áspero
aún me nutre de nostalgia...
Échale valor, hombre.
ResponderEliminarLa canción no tiene nada que ver, la pincho por gusto :-)
Un abrazo,
Germán
http://youtu.be/d0Q3EtZGYUY
Un abrazo desde Colombia, compañero!!!
Eliminar